40 placeres que el dinero no puede comprar II PARTE

PLACERES INCONFESABLES 

-Reventar de un zapatazo un zancudo que te ha molestado toda la noche.
-Ver a tu ex feo, gordo y pelado, mientras uno se siente regia. 
-Apretarse los puntos negros o apretárselos a alguien más.
-Bailar frente al espejo sin que nadie nos vea.
-Al comprar online, simular una adquisición ostentosa que nunca llegas a concretar.
-Sacarse los cueritos de los labios. 
-Bañarse desnuda en una playa desierta.
-Sopear con un pedazo de marraqueta fresca el juguito que quedó en la fuente donde había una ensalada de tomates.
-Sorbetear el té caliente o la sopa.
-Remojar las galletas en el café. Si quedan flotando unas migas, no importa, las rescatamos con otra galleta.
-Comerse el trutro de pollo asado con la mano y recurrir a los dedos para entresacar los pedacitos que quedan pegados al hueso. En la misma línea: chupetear las chuletitas de chancho asadas hasta que queden limpias.
 -Que inviten sorpresivamente a nuestros hijos a pasar la tarde en casa de un amiguito o de la abuela un sábado después de almuerzo y que ellos vayan felices. ¡Tarde libre y sin culpas!
-Que a su jefe molesto le den un mes de licencia.
-Ver a alguien caerse al suelo o tropezarse y morirse de la risa. 
-Cuando después de diez años de matrimonio, su marido le dice que le ofrecieron un trabajo fuera de Santiago y que va a tener que dormir al menos una noche fuera de la casa cada semana.  El control remoto ahora es suyo para ver todas las películas románticas que quiera.
-Encontrar plata en la calle y quedársela. 
-Comer tres chicles y hacer un globo gigante.
-Cantar canciones cebolla en el auto a solas y luego hacerse la cool en la luz roja. 
-Entrar a la habitación del hotel cinco estrellas y oler todos los 'amenities', luego darse una ducha, envolverse en la bata, abrir el frigobar y elegir un jugo exótico para echarse en la cama a pensar en la suerte que uno tiene. Y los 'amenities' que no usas llevártelos a la casa.
-Probar todas las cremas y perfumes del Duty Free y no sentirse obligada a comprar nada.