sexta-feira, 21 de outubro de 2011

Big Bang: los cerebritos de la tele



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Un episodio típico de The Big Bang Theory –en España, simplemente, Big Bang– comienza por un título con nombre medio de chiste, medio de teorema científico: La indeterminación de las costillas de cerdo, La gran colisión de hadrones o El paradigma de la Tierra Media. En muchas ocasiones, hasta tienen algo que ver con el desarrollo del episodio, como en El vórtice psíquico, en el que uno de los científicos tiene la peor de las discusiones posibles con su novia, que resulta ser… una ferviente creyente en las pseudociencias.
Los protagonistas de esta comedia con risas enlatadas son un peculiar trío de vecinos. Leonard y Sheldon son dos jóvenes científicos que comparten piso y trabajan en el Caltech, el legendario Instituto de Tecnología de California. Con un ego tan inflado como su propio coeficiente intelectual –de 187–, Sheldon es un maniático asocial con quien Leonard, un científico más pegado a la realidad, trata de convivir con cierta dificultad. La rutina que tanto apasiona a la pareja de físicos se interrumpe cuando aparece la nueva vecina de enfrente, Penny, una perfecta rubia tontita, recién llegada de Nebraska, con aspiraciones de actriz y que, como marca el tópico, acaba trabajando de camarera en un restaurante.

El círculo cómico se redondea con otros dos divertidos personajes. Howard, un ingeniero judío cuyo gran logro es haber diseñado un retrete para la Estación Espacial Internacional, que falla es trepitosamente cuando lo instalan –tal y como sucedió en la realidad–, y Raj, un astrofísico procedente de la India, incapaz de entablar una conversación con una mujer.

Las capacidades sociales de los chicos rozan el cero absoluto, mientras que Penny es la única que consigue salir airosa de muchas encrucijadas y hacerles ver el lado bueno de la vida… o mejor dicho, de la vida normal. Los cerebritos ven poco más allá de los cómics, los videojuegos y otros peculiares entretenimientos tales como jugar al Scrabble en lenguaje Klingon o pasar las noches de los viernes en los bosques y castillos de World of Warcraft, en vez de estar haciendo botellón.


Tú pones la situación cómica y yo, el teorema científi co
Si algo ha sorprendido a los espectadores de The Big Bang Theory en los últimos tres años ha sido laprecisión científica de los diálogos, por no hablar de las correctas y apropiadas ecuaciones que se pueden leer en las pizarras de los decorados. ¿El secreto? La magia de un consultor científico llamado David Saltzberg, que trabaja como físico de partículas en la Universidad de California, y que recibe y repasa los guiones antes del rodaje para asegurarse de que todo encaje suavemente.

Como es comprensible, los guionistas se concentran en conseguir historias divertidas y situaciones con puntos cómicos y frases ingeniosas, relativamente cotidianas. Sin embargo, en muchas de ellas hace falta algo de ciencia de fondo para que el humor geek funcione. Ese trabajo se lo dejan a Saltzberg, marcando el texto entre corchetes con [insertar algo de ciencia aquí], que él revisa antes de devolverlo con algunas propuestas.

En uno de los episodios, por ejemplo, el maniático de Sheldon comienza a angustiarse porque en su ausencia alguien ha modificado las ecuaciones que ha escrito en una de sus pizarras en el apartamento. Cuando llega al límite del ataque de pánico, decide despertar a Leonard, que en esa atípica ocasión está retozando con una conquista en su dormitorio. En ese caso, el guionista simplemente escribe algo como esto: “¡Oh, Dios mío, Leonard, mira! ¡Alguien ha manipulado mis ecuaciones! ¡Estoy seguro! [insertar algo de ciencia aquí] ¡Han cambiado el signo más por menos!”. El resultado final es algo así como esto otro: “¡Estoy seguro! ¡Mira la función beta de la electrodinámica cuántica! ¡Han cambiado el signo!” Hasta el físico Richard Feynman estaría orgulloso, sobre todo porque en la pizarra están sus ecuaciones originales, a la vista de millones de espectadores.

En una entrevista, este consultor científico –que probablemente tiene uno de los trabajos más divertidos del mundo– explicó la importancia de esos detalles para la popularización de la ciencia: la serie la ven, sólo en Estados Unidos, 12 millones de espectadores cada semana. Si en un capítulo se habla de la materia oscura, puede que haya muchos de ellos que se vayan directamente a Google a curiosear qué diablos es eso. El resultado es que, al cabo de un rato, un montón de gente se está enterando de qué está compuesto el 90% del universo.

Saltzberg reconoce que cuando en su universidad escribe un trabajo científico sobre física, este lo leen quizás no más de un centenar de personas, mientras que millones de televidentes pueden llegar a sentirse intrigados por alguno de los incomprensibles conceptos de los que hablen los personajes de la serie.


La historia del planeta, cantada en 20 segundos
A lo largo de los más de 50 episodios ya emitidos, hay chistes para todo tipo de gustos. La mayoría son bromas propias de unos personajes extremos, obsesivos y frikis, que todo el mundo puede entender. Los protagonistas son los arquetípicos nerds, el término en inglés que se utiliza para calificar a los cerebritos o empollones de clase; los frikis científicos, por llamarlos de algún modo.

Cualquiera puede disfrutar al verlos obsesionados con los superhéroes, con sus disfraces de Star Wars o los problemas que tienen en temas tan mundanos como relcionarse con los demás en un bar. Pero es más complicado apreciar las sutilezas de fondo que hay en algunas de las frases e, incluso, en el decorado de la serie: las camisetas científicas y del mundo de los cómics de Sheldon son toda una colección de moda nerd que hasta algunos fans han recopilado en una página de internet.

En ciertos episodios hay referencias a Planilandia de Edwin Abbott, y hasta cuando juegan al Pictionary, uno de los dibujos intenta describir –sin mucho éxito– el bosón de Higgs, la famosa partícula elemental hipotética que todavía no se ha descubierto.

Tampoco la letra de la canción de la cabecera de la serie queda al margen, que es todo un homenaje a la ciencia: resume en 20 segundos la historia completa del cosmos, desde el Big Bang hasta nuestros días. De hecho, fue un encargo especial que hicieron los productores al grupo de rock alternativo Barenaked Ladies. Ed Robertson, guitarrista de la banda, resultó ser otro apasionado de la ciencia y, en aquellos momentos, acababa de leer el libro Big Bang: el descubrimiento científico más importante de todos los tiempos y todo lo que hay que saber acerca del mismo, de Simon Singh. Así es que aceptó el reto y compuso el tema y la letra.


TNT anuncia que habrá una cuarta entrega
La canción comienza por describir lo que pudo ocurrir hace 13.700 millones de años y pasa por la creación de la materia, los autótrofos, los neandertales, las pirámides y llega hasta nosotros entonando “It all started with the Big Bang” –Todo comenzó con el Big Bang–. Tiempo después, publicaron una versión más completa de la canción, en la que la historia del universo es más extensa y se narra en dos minutos completos.

Lo que está claro es que, al igual que a la ciencia le queda mucho por descubrir, a los espectadores les siguen quedando muchas risas ante las andanzas de estos curiosos científicos. La serie lleva tres temporadas emitiéndose en Estados Unidos y se ha anunciado la cuarta entrega. Por lo menos, esperemos que perdure hasta que llegue el Big Crunch y, a ser posible… resurja

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